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El valor de compartir en el niño contribuye de manera positiva a su socialización. Lo anterior, amerita de una intervención en equipo, que incluye la participación tanto de Lyno, como de papás, debido a que el apoyo y la colaboración propician el logro de una estimulación exitosa realizada en conjunto. Asà las cosas, les sugiero tener presente las siguientes pautas: ü En los primeros años de vida, el mundo del niño gira alrededor de sà mismo, de sus necesidades, preferencias y deseos. Pero poco a poco debe ir entendiendo que existen otras personas, que el mundo no gira solo para él, por lo tanto hay que ayudarlo a reconocer los sentimientos y necesidades de los demás; fomentar el valor de compartir, el cual se enseña, no es innato. Es asà como los adultos cuidadores debemos ayudarlo a desarrollarlo. ü Todos los niños pequeños pasan por la etapa de ser egoÃstas, de quererlo todo para ellos y de negarse a compartir. Para dejar de serlo, deben pasar por la experiencia de ser posesivos. En este proceso sienten la necesidad de afirmarse, por eso empiezan a decir: “Noâ€, “no quieroâ€, “no me gustaâ€, “no voy†y no hacer lo que se les pide o al actuar de manera inaceptable, toman la distancia necesaria de sus padres en su camino hacia la autonomÃa. ü En general los niños pequeños no desisten fácilmente cuando quieren algo, pero muchas veces puede conducÃrseles a que cambien una cosa por otra similar, pero permitida. La posibilidad de escoger los hace sentir que son tenidos en cuenta, pero que también los demás tienen derechos. ü Démosle ejemplos de compartir, pero no lo presionemos a prestar sus juguetes si no lo desea. Se trata de fomentar, no de obligar. ü Enséñele a compartir dulces, golosinas y juguetes con otros niños, pÃdale que convide a otros niños. ü Refuerce verbalmente todos los actos de generosidad. ü Igualmente, es importante hacerle notar al niño los pequeños actos de generosidad de los otros niños. ü Leerle cuentos o contarle historias que destaquen el comportamiento generoso también es una herramienta para ayudarle a superar la etapa del egocentrismo. “CUENTOS SOBRE COMPARTIR†LOS HERMANOS. HabÃa una vez dos hermanos que eran estupendos amigos y siempre jugaban juntos. Pero un dÃa tuvieron una discusión tan grande por uno de sus juguetes, que decidieron que a partir de aquel dÃa cada uno jugarÃa con sus cosas. Como tenÃan tantas cosas y tantos juguetes, se pusieron de acuerdo para dedicar el dÃa siguiente a aclarar de quién era cada cosa. Asà lo hicieron, haciendo cada uno un montón con sus cosas, pero cuando acabaron con los juguetes grandes, tocaron los juguetes pequeños, y como no les daba tiempo, lo dejaron para el dÃa siguiente. Y al dÃa siguiente sucedió lo mismo, porque empezaron a repartirse los lugares de la casa. Y lo mismo ocurrió un dÃa tras otro, asà que todo el tiempo andaban enfadados decidiendo quién tenÃa derecho a usar cada cosa que veÃan, ya fuera un animal, un árbol o incluso una piedra. Al final, habÃan acumulado dos verdaderas montañas de cosas ante sus casas. Con el paso de los años, no cambió nada: cada mañana se juntaban para dividirse en mundo entre discusiones. Asà se fueron haciendo viejecitos, y todo el mundo los conocÃa como los viejos gruñones, porque siempre andaban enfadados y protestando, y nadie los habÃa visto nunca sonreÃr. Hasta que una mañana se encontraron todas sus cosas totalmente mezcladas. ¡Alguien habÃa estado en sus montañas y lo habÃa mezclado todo! ¡con lo que habÃa costado sepáralo! EnfadadÃsimos, se pusieron a buscar a los culpables, y no tardaron en encontrar un par de niños jugando entre las montañas de cosas- Ambos estaban jugando juntos, tocándolo todo, sin importarles si mezclaban las cosas o no. Y se veÃan realmente felices, disfrutando a lo grande. Fue entonces, muchos, muchos años después, cuando los dos viejos gruñones se dieron cuenta de la tonterÃa que habÃan hecho: ¡habÃan dejado de jugar toda la vida sólo para ver con qué iban a jugar! Y se sintieron muy tristes, por haber dejado pasar su vida enfadados y sin jugar; pero a la vez estaban contentos, porque se habÃan dado cuenta, y dedicaron ese dÃa y todos los que les quedaron a jugar junto a aquellos dos niños, mezclándolo todo y compartiéndolo todo. Y hasta dejaron de llamarles gruñones, para llamarles los locos juguetones EL NIÑO POBRE. En un paÃs lejano del Ãfrica, existen muchos niños muy pobres. En una ocasión un grupo de turistas se acercó a un niño llamado Mupy mientras jugaba. Uno de los turistas se conmovió; quiso congraciarse con Mupy y compartir algo de lo que tenÃa y le dijo al niño: “¿Qué te parece si hacemos un juego para ti y tus amigos? Yo tengo unos dulces que sólo se lo puede ganar uno de ustedesâ€. Si todos corren hacia aquella casa, el primero que llegue y toque la pared, ese gana ¿qué dices?â€. El pequeño Mupy pensó un momento y dijo: “Muy bien, eso será muy fácilâ€. Mupy habló rápidamente con sus amigos, se tomaron de la mano, todos y a la voz de 3 corrieron juntos y… ¡todos llegaron a la vez! Sorprendido el turista por la ocurrencia del niño, le preguntó: “¿Por qué hiciste eso? Sólo tenÃa que ganar uno de ustedesâ€. “SÃ, lo sé. Pero yo no podrÃa comer sólo y sentirme feliz mientras mis amigos me miran tristes. No sé cómo serán los niños en su paÃs, pero aquà hemos aprendido desde pequeños que todos somos para uno, y uno es para todos. Aunque tengamos poco, lo que podemos lo compartimos como hermanos y asà nos sentimos mejorâ€, dijo Mupy.
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